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Poco se iba a imaginar Juana Vallejo Sambucety, cuando contrató su seguro de deceso el 1 de marzo de 1966, que allá por 2009, cuando tris­temente sus familiares tuvieran que hacer uso de él (a todos nos llega, es de las pocas cosas ciertas en esta vi­da), no iba a quedarle seguro ningu­no al que agarrarse e iban a tener que costear los gastos de su bolsillo. Piensen en eso. Juana, a sus 54 primaveras, en los años 60, contra­tando la misma cobertura que su marido y que una hermana, satisfe­cha por evitarle el marrón a los hijos. Y, luego, su hija Mercedes, al ha­bla con este diario hace escasos días, explicando la situación: después de 43 años pagando religiosamente los recibos, «nos quedamos de piedra cuando mi hijo llamó al seguro y nos dijeron que habían cancelado la pro­tección y que nosotros teníamos que pagar el entierro. No sólo eso: ¡es que la habían declarado morosa! ¡A ella, que estuvo 43 años pagando!».

La Audiencia Provincial de Ma­dridCorona de flores ha condenado, en sentencia del pasado 14 de marzo, a la com­pañía Seguros Atocha, a indemni­zar con 4.354 euros a la familia de Vallejo Sambucety, por retirarle la protección de su seguro de deceso alegando ilegítimamente que la mujer se había cambiado de domi­cilio y de número de cuenta. La clave de todo estaba en los dos últimos recibos, ambos de los dos primeros trimestres de 2009, y ambos impagados. A raíz de ello, la compañía anuló directamente la protección, tanto de Juana como de una de sus hijas, vinculada a la misma póliza. Para Seguros Ato­cha, Juana incumplió los términos del contrato al cambiar de domici­lio y cambiar de cuenta. La mujer se fue de su piso de Príncipe de Vengara a vivir con su hi­ja en Alcobendas, y la cuenta en la que estuvo pagando el seguro pasó del banco del Comercio, allá por los 60, al BBVA en el siglo XXI, merced al conocido proceso de fusiones y refusiones de la banca española.

La compañía aseguró ante los jueces que envió un agente al in­mueble de Príncipe de Vergara y el portero le aseguró que no conocía el paradero de la mujer. «Pero es que, en realidad, cuando ella se fue de Príncipe de Vergara, el portero nos estuvo guardando durante mu­cho tiempo la correspondencia, sa­be perfectamente dónde vivía ella», explica Mercedes. El juez, de hecho, no dio crédito a la compañía, y tampoco al argumento del cambio de cuentas: en realidad, sí se cobra­ron varios recibos (tres en concre­to) con la cuenta ya en el BBVA, e incluso Seguros Atocha había incu­rrido en otro error, cambiando va­rias cifras del código del agente que remitía el recibo al cobro, lo que ha­cía imposible que el banco identifi­cara el pago que debía realizarse.
Además, como alegó la familia de la fallecida, en la cuenta del BBVA «siempre hubo dinero sufi­ciente para pagar los recibos, de hecho era la cuenta de la pensión y poco más dinero salía de ahí», co­menta Mercedes. «Ella murió, y pagaba el recibo religiosamente cada seis meses. Mi hermana, con quien vivía, no se preocupó de si se había pagado o no. Luego, cuando la aseguradora se negó a pagar, nos quedamos a cuadros: ¿cómo iba a darse de baja una señora de 97 años, al final de su vida? Es que no cabe en la cabe­za de nadie. Tuvimos dos entierros, de mi tía y de mi padre, con ese mismo seguro de deceso: sin nin­gún problema».

La aseguradora, con la que con­tactó este diario, se ratificó, pese a la sentencia, en que «la mujer in­cumplió el contrato», y aseguró por boca de un portavoz: «De hecho, aún a día de hoy no se han pagado esos dos recibos impagados».

El Mundo

11 de julio de 2014