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Se acerca el final de año, el período donde se concentran las aportacio­nes a planes de pensiones de los ciudadanos que disponen de estos instrumentos de ahorro. Por ello, las distintas entidades financieras ponen en marcha agresivas cam­pañas para tratar de captar los fondos de los partícipes. Y es que los ciudadanos cada vez son más conscientes de la necesidad de pensar en su futuro de cara a la ju­bilación, dados los últimos cam­bios legislativos que han endureci­do las condiciones para acceder a una pensión pública. Según los datos de la última Memoria publi­cada por la Agencia Tributaria, el 89,9% de las aportaciones a planes de pensiones declaraba unos in­gresos por debajo de los 60.000 euros, lo que pone de manifiesto que los niveles de renta media tie­nen bastante interés en tener co­bertura a través de estos instru­mentos de ahorro.

Aparte de la necesidad de aho­rrar para tener las espaldas bien cubiertas en el futuro, si algo tienen de atractivo estos instrumentos es, sin duda, su ventajoso tratamiento fiscal. Los planes de pensiones tienen actualmente una deducción en la liase imponible del IRPF de hasta 10.000 euros, y de 12.500 para los mayores de 50 años. Sin embar­go, la de 2014 será la última campa­ña que mantenga estos límites.

NO TODO SON VENTAJAS

La reforma fiscal ha recortado las cantidades deducibles hasta un máximo de 8.000 euros de forma general, independientemente de la edad del partícipe. Pero no todo son ventajas. Quizá el principal inconveniente con el que cuentan es la falta de liquidez, un aspecto que también modifica la reforma tributaria. Los derechos corres­pondientes a las aportaciones realizadas a partir del 1 de enero de 2015 se podrán “rescatar” a los 10 años, lo que, sin duda, puede animar a muchos ciudadanos a contratar un plan de pensiones, sabiendo que, si es necesario, pueden acce­der a su dinero en un plazo de tiempo razonable. Con la legisla­ción actual, los planes sólo se pueden cobrar antes de la jubila­ción en los casos de fallecimiento del titular, enfermedad o desempleo de larga duración.

Manuel Álvarez, director del Ob­servatorio de Pensiones de Caser considera que si bien la reforma introduce algunos cambios que podrían incentivar el ahorro, resulta aún tímida e insuficiente para impulsar el ahorro finalista. «Los aho­rradores necesitan mayor estabili­dad en la normativa fiscal de los productos de ahorro para la jubilación», señala.

Después de que el Gobierno eli­minara la deducción por vivienda habitual, salvo contadas excepciones corno donativos o las inversio­nes en negocios incipientes, los planes han quedado prácticamen­te como los únicos instrumentos que permiten desgravaciones, es decir, re­ducen la cantidad de dinero que el contribuyente tiene que pagar al fisco o permiten in­crementar el importe de la devolución de Hacienda. Además, se trata de los productos que más cuantía de dinero dejan desgra­varse, ya que la deduc­ción se efectúa sobre la base impo­nible, y no sobre la cuota, como sucede, por ejemplo, en el caso de la deducción por vivienda.

Según José María Mollinedo, se­cretario general del sindicato de Técnicos de Hacienda (Gestha), los ciudadanos que más recurren a los planes de pensiones son las rentas más altas. «En el caso de los estratos más pudientes de la sociedad, la rentabilidad financiera que le ofrecen los planes es escasa. Por tanto, su mayor atractivo reside en su tratamiento fis­cal. Una deducción en la base imponible hace que también baje el tipo medio impositivo, por lo que esta clase de contribuyente recibe una rentabilidad in­mediata», asegura Mollinedo. El hecho de que las deducciones se practiquen sobre la base perjudica, según Gestha, la progresividad del IRPF «Para eliminar esta regresividad lo ideal sería que le la ventaja fiscal se hiciera sobre la tarifa, como sucede con los mínimos familiares y personales», añade Mollinedo.

 

La Razón

2 de Noviembre de 2014